jueves, 24 de junio de 2010

FRANCISCO DRAQUE



Francis Drake fue un hombre odiado. Muchos ya lo han olvidado, pero su nombre ha logrado colarse en la historia desde tres ángulos distintos: como corsario, pirata y traficante de esclavos; por haber logrado el título de “Sir” a manos de la reina Isabel I; y por ser el primer inglés en haber dado la vuelta al mundo en 1580.
Cuando hubo dado la vuelta al globo terráqueo, inició una campaña asegurando que él había sido el primer hombre en circunnavegar la Tierra, exhibiendo en su escudo de armas la leyenda “Tu primus circumdedisti me”, e ignorando por completo que el español Juan Sebastián Elcano había logrado el mismo viaje junto a Magallanes casi 60 años antes.
Se sabe que Francis Drake comenzó a navegar desde los 13 años. Sin embargo, su fama de corsario sanguinario nació en 1568 cuando comenzó el saqueo de puertos y navíos españoles, provenientes de América, utilizando una patente de corso expedida por la propia reina Isabel I. En ese año, Drake asaltó el puerto de Veracruz en México.
La patente de corso que Drake tenía en sus manos era en un documento expedido por la corona, el cual le permitía –igual que a otros corsarios–, atacar naves, sin recibir castigo alguno por sus actos, ya que era un privilegio de los gobiernos ingleses y franceses en tiempos de guerra. Sin embargo, por aquel tiempo las coronas de España e Inglaterra habían firmado una tregua formal.
Con el tiempo, Drake se aficionó tanto al mar que a pesar de cumplir las órdenes de la reina Isabel I (embistiendo a los enemigos de su país), se dedicaba a navegar en su propio barco, un galeón de nombre "Golden Hind" (cierva dorada), con el cual acumuló una riqueza incuantificable.
Ergo se sabe que Drake tuvo en su haber el más cuantioso botín recordado en la historia: dos buques españoles que transportaban oro y plata americanos, desde el pueblo de Nombre de Dios, en Panamá.
De su muerte se conocen dos versiones distintas. Los ingleses aseguran que murió de disentería, y los españoles insisten que fue atravesado por la espada de Méndez de Cancino, un almirante asturiano que defendió su hacienda de la rapiña de Drake. Lo cierto es que a su muerte, las campanas de las iglesias de Castilla repicaron como símbolo de celebración y Miguel de Cervantes y Francisco Quevedo le dedicaron algunos versos.

La Comunidad. El País.