lunes, 2 de septiembre de 2013

JOSÉ DE ANDONAEGUI, SALVADOR DE CANARIAS

                      







Los actuales conflictos que España está dirimiendo con el Reino Unido, siempre con el telón de fondo de la ocupación de Gibraltar que quedó bajo aquella soberanía a partir de 1713, hacen ahora aflorar en la memoria isleña el recuerdo de que hace justo este año la friolera de 270 la isla de Gran Canaria estuvo igualmente a punto de haber quedado, como el Peñón, como territorio británico de ultramar.
Esta cuestión que, curiosa y casualmente, aparece aquí y ahora actualizado con ocasión de los actos que en la República Argentina se están organizado en honor del político y militar español José de Andonaegui, nacido en Markina (Vizcaya) que después de su paso por las Islas entre 1741 y 1745 fue gobernador de Buenos Aires entre 1745 y 1756, en que destacó con una política de apoyo a la apertura comercial de aquel país, bajo cuya administración se realizaron expediciones a la Patagonia y se iniciaron las explotaciones de sus riquezas. Antes de su arribada a aquellas tierras americanas protagonizó en nuestra isla una gesta tenida por heroica de la que se han ocupado en tiempos pasados historiadores como Rumeu, Tarquis, Pinto de la Rosa, Cioranescu y el propio Boletín Eclesiástico de nuestra Diócesis al dar cuenta del comportamiento del obispo Guillén en la acción con los ingleses.
Reverdece en la memoria histórica de Canarias el actual conflicto sobre Gibraltar el papel importante que José de Andonaegui protagonizó en las Islas cuando languidecía la primera mitad del siglo XVIII, pues si en La Argentina se le tiene como un personaje de gran relieve, a su paso por Gran Canaria protagonizó unos hechos heroicos en una gesta de la que salió airoso, pues de otra forma las consecuencias hubieran sido irreparables para el archipiélago.
José de Andonaegui, el protagonista de nuestra historia y de aquella gesta, llegó a las Islas el 17 de mayo de 1741 destinado como coronel ingeniero acompañando al comandante general Andrés Bonito de Pignatelli y quedó acuartelado en Tenerife como inspector de milicias, renovando y reformando las Baterías de San Pedro, que iba a servir en lo sucesivo como Cuartel de Ingenieros, y del Rosario, conocida también como la de Nuestra Señora de la Rosa destinada después como Comandancia de Obras de Canarias, construyendo de nueva planta la de Santa Isabel.
Acabadas aquellas fortificaciones tinerfeñas, José de Andonaegui pasó como coronel a la isla de Gran Canaria a finales de 1742, y el 14 de diciembre de aquel año casó en Las Palmas con María Nicolasa de Barreda Yebra y Melo, doncella madrileña hija de Diego Manuel de la Barreda Yebra, en aquel momento consejero del rey y Oidor de la Real Audiencia de Canarias, (de ilustre familia de Santillana) y de María Nicolasa de Arellaga y Melo. De este matrimonio consta que fueron sus hijos Gertrudis, monja, y Antonio, nacidos en Las Palmas en 1743 y 1744 y José, que vino al mundo en Buenos Aires en 1747, ingresando los hermanos varones en 1759 en el Real Seminario de Nobles de Madrid, según los datos facilitados por el genealogista Miguel Rodríguez Díaz de Quintana
La estancia del coronel-ingeniero en la capital grancanaria coincidió con la invasión a la isla de una escuadra inglesa de cinco navíos comanda por el almirante Charles Windham, circunstancia que fue motivo para ser nombrado brigadier de los Ejércitos y hacerse cargo de la gobernación de las Armas de la Isla. La escuadra británica permaneció los días 17, 18 y 19 de junio de 1743 amagando sin descanso en la bahía de las Isletas, aunque sin poder efectuar el desembarco ni practicar hostilidad alguna por la heroica defensa de los isleños y el papel destacado de nuestro protagonista. José de Andonaegui informó al Rey Felipe V del comportamiento de las tropas milicianas en la defensa de la Isla destacando la conducta del obispo Juan Francisco Guillén, gracias a cuyo patriótico celo se frenó el intento del abordaje de la escuadra enemiga. El Rey por mediación del marqués de La Ensenada, agradeció por carta el gesto del "singular amor a su real servicio", motivo por el que condecoró a varios oficiales y soldados.
Conviene recordar al respecto que durante la enfermedad del comandante general de las Islas Canarias en aquella época, José Masones de Lima y Sotomayor, tercer marqués de Casa Fuerte, el inspector-ingeniero vizcaíno tuvo que asumir interinamente el mando del Archipiélago y en octubre de 1745 (fallecido que ya había sido Masones y llegado el nuevo comandante Luis Mayoni), Andonaegui fue enviado a Buenos Aires para hacerse cargo de aquella Gobernación y de la Capitanía General de aquel distrito, destacándose allí como uno de sus mayores logros que bajo su administración comenzaron a explorarse las riquezas del país razón por la que en la capital argentina varias instituciones culturales y privadas le van a rendir próximamente un merecido homenaje. Al cesar en el cargo en 1756 regresó a España y se estableció con su familia en Madrid en cuya capital falleció el 3 de septiembre de 1761.

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